Andrew Niccol (El señor de la guerra) regresa en su cuarto filme a la ciencia ficción, género que domina como demostró en Gattaca y Simone.
En el futuro, el tiempo es la moneda con la que se realizan transacciones, el bien más preciado que se roba y hereda teniendo en cuenta que puede detener el proceso de envejecimiento a los 25 años. Así, la única manera de seguir vivo es conseguir más tiempo a cualquier precio, y en esa coyuntura son las clases más favorecidas las que lo obtienen sin ningún problema mientras que los demás deben resignarse a morir. Will Salas (Justin Timberlake) es uno de esos hombres del pueblo llano que vive su vida minuto a minuto, hasta que una inesperada ganancia de tiempo le permite acceder al mundo de los ricos. Una vez dentro, se aliará con una joven y guapa heredera (Amanda Seyfried) para intentar destruir la corrupción del sistema.
Y en su nuevo trabajo, de nuevo basado en un relato original —en el doble sentido de la palabra—, se dan cita jóvenes valores en alza, a saber Justin Timberlake (“La red social”, “Con derecho a roce”), Amanda Seyfried (“Cartas a Julieta”, “Caperucita roja”), Olivia Wilde (“Tron: Legacy”, “Cowboys & aliens”), Alex Pettyfer (“Alex Rider: Operación Stormbreaker”, “Soy el número cuatro”), Cillian Murphy (“28 días después”, “Batman begins”), Vincent Kartheiser (la serie “Mad men”), Matt Bomer (“La matanza de Texas – El origen”) o Johnny Galecki (la serie “Big Bang”), entre otros. Detrás de las cámaras, destaca la presencia del director de fotografía Roger Deakins (“Un tipo serio”, “Valor de ley (True grit)”), el editor Zach Staenberg (“Speed Racer”), el diseñador de producción Alex McDowell (“Superman: Man of Steel”) y el compositor Craig Armstrong (“El americano impasible”).
“In time” se rodó enteramente en Los Ángeles y alrededores —desde las zonas industriales a Beverly Hills, pasando por Maywood, Century City y Malibú—, según el propio Niccol porque se trata de la capital de la eterna juventud. En ese contexto, tanto el diseño de producción como la dirección fotografía estaban orientados a relacionar cada elemento de la escenografía y personaje con el tiempo: «Decidimos que no habría graffitis en el gueto porque nadie tiene tiempo que perder haciendo garabatos sobre una pared. En Dayton, donde todo el mundo va corriendo, la cámara estaba en constante movimiento y, cuando llegábamos a la pudiente zona de New Greenwich, ralentizábamos el movimiento de la cámara», explica el director.
Con un presupuesto de 40 millones de dólares, la película consiguió alcanzar el número 3 de la taquilla norteamericana, y a día de hoy ha recaudado unos 106 millones a nivel global.
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