Steven Spielberg muestra los últimos meses de vida del presidente más querido y admirado de EE.UU.
Enero, 1865. La guerra civil norteamericana desangra la nación. El presidente Abraham Lincoln (Daniel Day-Lewis) intenta terminar con la confrontación entre el norte industrial y el sur agrícola, pero antes tiene que conseguir que la Decimotercera Enmienda, que deroga la esclavitud, se incluya en la Constitución. Para ello deberá enfrentarse a su colérica esposa (Sally Field) y a sus fieles colaboradores del Partido Republicano, como el abolicionista radical Thaddeus Stevens (Tommy Lee Jones), e incluso recurrirá a prácticas poco honorables como la compra de votos, la censura de periódicos y la suspensión de derechos civiles como el habeas corpus.
Una lección de historia
Once años ha tardado Steven Spielberg en rodar Lincoln, un retrato íntimo y solemne del primer presidente republicano de EE.UU. centrado en los últimos meses de su vida, que ha obtenido 12 candidaturas a los Oscar.
Basado en Equipo de rivales, un libro de Doris Kearns Goodwin, adaptado por el dramaturgo Tony Kushner ─Pulitzer por Ángeles en América: una fantasía y autor del libreto de Munich─ y puede considerarse el complemento de El joven Lincoln, de John Ford.
El actor británico Daniel Day-Lewis, en otra magnífica interpretación que podría darle su tercer Oscar, encabeza un reparto con 140 actores secundarios que recitan brillantes diálogos y muestran interesantes maquinaciones políticas. Fielmente secundado por sus colaboradores, Janusz Kaminski, en fotografía, Rick Carter, en diseño de producción, y John Williams como compositor, Spielberg consigue uno de sus mejores trabajos.
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