Sacha Baron Cohen arremete con su afiliada comicidad contra las dictaduras islámicas en su tercer trabajo con Larry Charles.
Tras la muerte de su padre, el almirante general Haffaz Aladeen (Sacha Baron Cohen) es nombreado líder de la República de Wadiya, un país en el norte de África, rico en petróleo pero pobre en derechos humanos. Solo tiene 6 años y su tío Tamir (Ben Kingsley), jefe de la policía secreta, compuesta íntegramente por mujeres vírgenes, se convierte en su principal consejero. Años después, ambos viajarán con su séquito a Nueva York para convencer a los inspectores de la ONU de la inexistencia de armas de destrucción masiva en su país. Asediado por furiosos expatriados y acosado por las autoridades estadounidenses, Aladeen aprende a valorar algunos aspectos de la sociedad occidental que tanto odia.
Irreverencia sin límites
Comprobado el éxito de los filmes Borat y Brüno, el director Larry Charles y el actor Sacha Baron Cohen repiten con El Dictador, aunque ahora renuncian al aspecto documental, a las cámaras ocultas y a las improvisaciones de anteriores trabajos.
La película es una incisiva sátira a las dictaduras islámicas, repleta de desternillantes e irreverentes chistes ─algunos incluso sobre el atentado del 11-S─ al servicio del cómico británico, acostumbrado a la sobreexplotación mediática, esta vez con paradas en la alfombra roja de los Oscars y del Festival de Cannes, y sin ningún problema para saltarse las normas morales y de corrección política por un claro objetivo: la taquilla.
Aquí, el protagonista interpreta a un demente y narcisista tirano, que bien podría situarse entre Sadam Husein y Muamar el Gadafi. Cuenta además con divertidas colaboraciones de Megan Fox y John C. Reilly.
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