Scorsese resucita a Georges Méliès, pionero de los efectos especiales, en este título de aventuras, el primero destinado a un público familiar. Solo le falta un western.
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'Blockbuster' de autor
El cineasta Martin Scorsese, retratista del realismo sucio, debuta en el género familiar con La invención de Hugo, una superproducción de 170 millones de dólares basada en la novela gráfica de Brian Selznick y adaptada por John Logan (El aviador).
Utilizando las más revolucionarias herramientas digitales, el director nos regala un recorrido por los orígenes del cine, entendido como una fábrica de sueños, que tiene como hilo conductor al gran Georges Méliès, autor de la primera obra maestra del celuloide, Viaje a la Luna (1902) y una pieza clave para entender el trabajo de Ray Harryhausen, Steven Spielberg, George Lucas y James Cameron.
La apabullante dirección artística de Dante Ferretti, la sublime pintura de Howard Shore —parte esencial de la trama—, la deliciosa fotografía de Robert Richardson y el calculadísimo montaje de Thelma Schoonmaker, logran una película exquisitam con lúcidos guiños a Chaplin y Keaton, y homenajes a clásicos como Llegada de un tren a La Ciotat (1986), la primera película de los Lumiére, y El hombre mosca (1923), de Harold Lloyd.
Es curioso que los dos títulos que acaparan este año un mayor número de nominaciones a los premios Oscar —La invención de Hugo, con 11, y The Artist, con 10— sean complementarios: Scorsese indaga sobre el origen del cine en Francia, y el francés Michel Hazanavicius rinde tributo al cine mudo norteamericano.